Termino de leer un artículo del Ridest Digest, sí, es como leerse el TV y Novelas o cualquier texto de esos digeribles de Paulo Coelho peor aún, el manual de los vendedores exitosos. Todavía más exasperante es escribir textos sin relevancia sobre París, sin la esencia de sus calles, sino como un mero escrito demostrativo.
Así me sentí después de leer este artículo de la famosa revista internacional. Confieso que la sección de libros tiene cosas interesantes, claro está, jamás encontraremos un texto fenomenológico bien latinoamericano a la Fuentes o que en los relatos de pueblos de nuestras latitudes exista una lluvia de ranas verdes o rojas.
Pero a veces es bien necesario. Es bien necesario ir al cine para ver un film de terror barato o disfrutar de una comida completa en el microondas, con un supuesto queso camembert que te nombraba la caja de ese platillo de carne desconocida en este continente.
Es a veces divertido poder jugar un soccer sin reglas o inventar unas olimpiadas de recorrido de alto rendimiento, pero en el parque local, sólo para ejercitar a la mascota de un buen amigo.
Resulta inclusive excitante esperar una clase de baile neoyorquino donde simplemente lo único que sabes es que no tienes ni idea de los que pasará. Es inmejorable en esos instantes desconectar la mente y dejarte llevar por el momento, lo simple, lo muy básico y hasta si se quiere, lo intelectualmente rústico.
De ello nace todo lo bueno. No existiría el verdadero y único queso camembert normando, si primero no se hubiera descubierto no sé, el queso blanco común que le ponen a los emparedados de caja del Lonchibon.
No apreciariamos de la misma forma el virtuosismo de los músicos de jazz, la inventiva de Radiohead, la calidad del cine de Almodóvar, el induscutible trabajo de Harold Pinter; si en la escena no se presentara la música de cualquier banda plástica de pop mexicano o italiano, las películas de Hollywood donde todo explota y claro está, las novelas y artículos del Readest Digest o de Paulo Coelho.
Si queremos apreciar lo bueno de las cosas debemos remontarnos a lo básico. A reir con un sitcom de la WB, a competir en una liga de tercera, a beber una cerveza muy barata, a escuchar letras simples o informales como le llaman ciertos intérpretes de las peñas.
Y sí, también a veces es divertido y necesario reflexionar cosas como estas para expresarlas en un espacio público, como en este sitio de internet. Ligero, básico, sin complicaciones, simple, sin rodeos. Nos ayuda a apreciar lo sublime, lo bello, nos ayuda a ser más humanos, a estar menos perturbados.