martes, septiembre 20, 2011

Fin del verano.

Termina un pseudoverano más. No hizo calor, las playas no se abarrotaron, no hubo cruceros en un Mar Mediterráneo. Al contrario, existió lluvia, un calor húmedo bastante irregular, contaminación ambiental y un clima de ansia por la llegada de la estación más estación en esta latitud, el otoño.

Recién observé como caían las hojas de los viejos fresnos de la casa paterna. No rememoraré aquel texto tan poco comprensible como la mayoría de las ideas que se escriben en este espacio. Intentaré más bien dar un giro a las cosas, como en un guión de película española post franquista, o mejor aún, entrar a una estructura no lineal con situación inverosímil que nos permite jugar con las frases y hasta las letras.

Hay días que cambio de número y de género en las frases. Me encanta decir un comida o la clásica ya las canción, comprendo que este tipo de construcciones son más incomprensibles que las líneas que ahora tratamos de escribir.

El escape de dejar los formalismos y los tecnicismos en el lenguaje no siempre resulta muy agradable para el público conocedor y mucho menos para el desconocedor. Resulta hasta pretencioso en muchas ocasiones, aunque es inevitable descansar de esa estética un tanto aburrida y por ende, con mucho más pretensión que un simple cambio de género o número en las oraciones.

Me encanta escribir de esa forma, desordenada y sin ningún objetivo específico, es como sentarte en un parque del centro de Boston a ver caer las hojas de los árboles en el otoño pleno, más pleno que aquí, y observar a la gente que camina deprisa, que añora que sus Red Sox ganen otra vez una Serie Mundial, para después disfrutar de un Halloween suburbano con peleas de huevos, un Thanksgiving de pavo y futbol americano y llegar a la Navidad.

¡Qué razón tenía mi amiga productora! Llega septiembre y se acaba el año, el verano, por muy poco verano que haya sido se ha ido. Un otoño que intenta serlo nos cae como anillo al dedo, imitamos lo que hacen en Boston pero con el futbol soccer y un Día de Gracias de comida rápida, un pastel de chocolate y sin tarta de calabaza, llegará pronto las navidades, cambio de número, y el año como Gregorio nos lo dio a entender habrá terminado.

Me gusta escribir desordenado, desordenado como este último año, que para mi terminó hace pocos días, con par de pasteles, una cena y plegarias auténticas. La verdadera esperanza de que la primavera sea lluviosa, el verano si sea caluroso, que los cambios de género y número no disgusten a los lectores, y que en el último jueves de noviembre tengamos tarta de calabaza y pueda escribir de esa manera sin que se oiga como pretensión, ni que suene como un montón de cosas que pasaron.

Al final agradeceré la llegada de un otoño que me hace culminar ciclos, ver hacia atrás y repasar todos los hechos de las últimas cuatro estaciones, y como la obra de Vivaldi al fin haber comprendido los cierres de movimiento, y pasar la página.