domingo, octubre 23, 2011

Desorden y caos envueltos en letras varias.

Idéntico a una película noruega del siglo actual. La vida de uno, la vida que pasa y que ve uno pasar. Alguna vez discutí con alguien sobre el concepto de estabilidad, o de establecerse. Ya no lo recuerdo, veo pasar la vida y observo lo que la concurrencia llama establecerse, es válido.

Tan válido que no aplica a individuos varios. A esos que nos gusta la vida como va pasando, verla, pero también tocarla, como en la citada película noruega. Un día dejamos todo y nos embarcamos al río Sena a escribir, al siguiente nos encontramos en Santiago de Chile, quejándonos de lo mal que fueron nuestras experiencias pasadas.

A la semana que viene en Bilbao, en el nuevo museo Guggenheim. Y no sé, a la estación invernal en plena  influencia del Trópico de Cáncer, decidiremos festejar el Día de San Patricio con el verde tradicional irlandés, sino es Dublín, será Boston. Después disparar balas de pintura al aire y desde lo alto, para rematar en una pista de patinaje sobre hielo.

Libros de arte con la promesa de un diseño auténtico. Obras de teatro, tardes frente a la pantalla con un Xbox 360, la música estruendosa de las nuevas bandas británicas, un equivalente al Rachmaninov de Shine, directo de los confines de este mundo.

Ojos negros y miradas pérdidas, música de los años noventa y un documental del último colapso económico. Charlas de café, citas de negocios que no llegan y próximas mudanzas a concretarse. Vacíos y medios llenos constantes, Beth Gibbons de fondo, un recordatorio siempre palpable de que la vida pasa, y pasa, uno quiere más.

Plantas y árboles de plástico, más música, letras que nos anuncian la inutilidad de establecerse para individuos varios. Cuento de uno en uno, hasta cuatro y me despido, después camino y seguimos en la música. Las citas de negocios llegan, los fines de semana nos hacen volar ¿Hace cuánto no voy a playa? Días soleados de un otoño irregular, caminos viejos y nuevos, retornos desde las altas montañas, noticias breves y escasas.

Alergia a la pimienta de cayena, una banda gringa que se separa, yo duermo, cinco horas en días laborales, intento que sean diez en asueto. Cupones para fast food, una vieja revista de ciencia, una invitación a fiesta de etiqueta, Oktoberfest y el viejo muro. Sueños singulares, fantásticos e irreales, pero muy realizables.

Un punto y coma, risas de niños, lecturas pendientes, presentaciones de publicación, archivos demos, reconfiguración de ordenadores, planeación de viaje, quizá Santiago, Canberra, Dublín o Bilbao. Por lo pronto envuelvo este desorden y lo convierto en este caos, listo y embarcado.

Algún día llegará a su destino, espero estar ahí para cuando ello suceda...